martes, 17 de octubre de 2017

EL DIABLO DE VALLECAS



Se acabó el verano, y al menos en teoría comienza la época de bonanza para los que gozamos como niños del espectáculo que nos ofrece la gran pantalla. Me relamo solo con pensar que ya tenemos ahí en la puerta Blade Runner 2049 y la segunda temporada de Stranger Things, pero bueno hoy de momento, para sacar el blog de las telarañas en las que lo tenía abocado últimamente y como no podía ser menos,se abre el telón y ... ¡terror a cascoporro!

Y esta vez estamos de enhorabuena, pues la cosa va de suspense patrio y con muy buenos resultados:


Verónica nos sitúa en Vallecas, en el típico barrio de principios de los 90, donde un  grupo de amigas decide hacer una sesión de espiritismo que abrirá la puerta a una serie de extraños y terroríficos sucesos.

Como suelo hacer, lo primero que me gustaría resaltar es el logrado ambiente que el bueno de Paco Plaza ha sabido imprimir durante toda la película. La chica protagonista cuenta exactamente con la misma edad que yo tenía durante esa época, y en innumerables momentos me ha trasladado a mi antiguo y querido barrio conquense (Pozo de las Nieves) con su bareto cutre, su quiosco, los heavys (lágrima que se me cae al ver ahora a reguetoneros con los pantalones por debajo del culo) el colegio de monjas, el piso modesto donde se desarrolla la acción, etc. En lugar del casoplón de estilo victoriano en mitad de Pensilvania.



El guión está adaptado de una experiencia real y documentada, incluso con informes policiales, que ocurrió en los mismos lugares y fechas que se retratan. Cierto es que ha sido una adaptación “muy libre”, pero bueno, esto es cine ( y se agradece que así sea) Para contar la versión original ya tenemos al bueno de Iker, y muy bien que lo hizo también, dicho sea de paso.

Bien es cierto que a la historia le cuesta sus buenos minutos iniciales arrancar, digamos que se muestra como encorsetada y un poco farragosa. Pero una vez encuentra el ritmo, este no deja de ser creciente hasta el brutal desenlace final.

Quizás el argumento no diste en demasía de todas esas cintas adolescentes sobre sesiones con la tabla ouija que acaban jodidamente. Sin embargo, la cuidadosa creación de los personajes, el realismo de la ambientación, la excelente dirección de actores y la gran carga emocional que demuestra, elevan a Verónica muy por encima de la media del género de terror español actual, y por qué no, codeándose con las”grandes” a nivel internacional.



Los momentos de terror, aunque se muestran mayormente efectivos e impactantes, se nota que están rodados con menos mimo que las secuencias cotidianas. Es ahí donde Plaza lo da todo: El paso traumático de la adolescencia a la adultez (antes de tiempo) de las cargas y responsabilidades familiares, la incapacidad de aceptar la muerte de un ser querido, ser consciente por primera vez en tu vida de la soledad,...En resumidas cuentas, cuando empieza a resquebrajarse y caerse en pedazos la cúpula que te protege de la vida real. Cuando te das cuenta que la pantalla refleja todo esto y lo adereza con un logrado ambiente malsano y buenos sustos que no apelan al “escopetazo de volumen”, es cuando sabes que estas ante un trabajo bien hecho, con pasión y alma propia.

Otra cosa que ha demostrado Plaza es su genial dirección de actores, y bueno, la verdad es que estos ayudan muy mucho, pues son buenísimos y elegidos a la perfección. Para empezar, la más veterana: Ana Torrent, la niña prodigio de “Cría cuervos” y que en su mayoría conoceréis por la magnífica “Tesis” del desnortado Amenábar, cumple con creces su papel de madre soltera y sufridora. La protagonista Sandra Escacedo, para ser su primera vez demuestra estar sobrada de virtudes y llegará alto. Te hace sentir con ella los momentos de alienación, zozobra, y de hastío con el mundo.



Merecen mención aparte los tres niños pequeños. Joder, pero qué buenos que son, le dan a la película un fantástico toque de humor que le viene de perlas. Cualquiera que lo vea se sentirá reflejado en ellos, en los juegos y tontunacas interminables con nuestros hermanos, primos, amigos...El pequeñajo, Iván Chavero no puede ser más  entrañable y bonico la verdad, no sé, hay que verlo, con palabras sólo no vale.


!Yo no tengo miedo a ná!


En fin, todo este buen hacer además viene acompañado con la banda sonora de Héroes del Silencio, que como bien sabéis los más veteranos lectores del blog, saboreó las mieles del estrellato por aquella época, y que por lo menos a mi me ha parecido un toque superior, que le encajaba como anillo al dedo.

Poco mas puedo añadir, tan sólo volver a romper una lanza como he hecho otras veces por este rincón y tratar de no criminalizar al cine español, que hay mucha morralla, pues claro, pero también películas muy buenas y disfrutables que no deberían pasar desapercibidas. Merece la pena a veces molestarse y buscar un poco. Por eso me despido en esta ocasión recomendando dos thrillers patrios del copón: Tarde para la ira y Que Dios nos perdone.





Hasta la próxima, ahí lo lleváis tunantes.