lunes, 16 de junio de 2008

LA BODETA

¡Ah, Tintorros y hombres de poca fe!. Espero que no hayáis cometido la osadía de pensar que iba a faltar a mi palabra y me iba a dejar en el tintero la crónica de un suceso de tal magnitud y envergadura. Los problemas técnicos (gracias Toni por los afotos) y el abandono por vacaciones al que me han sometido las musas (y algún que otro altibajo emocional) han tenido la culpa. Pero bueno, aquí esta la crónica del bodorrio de uno de los más “grandes” (en tamaño y en cariño que le profeso) vecinos del Villar.

He aquí mi particular crónica de “la bodeta” (valenciano ganchero):

Serian sobre las 10 y media de la mañana, cuando llegamos a casa de Antonio y Amelia. Enrique ya estaba vestido a pie de escalera y llevaba un majestu-oso traje, confeccionado para la ocasión por los famosos modistos “Vitorio y Plumino”.
Jamás había visto a mi amigo tan elegante, y reconozco, que estuve mis buenos 10 minutos buscando por el traje las rayas y el símbolo de “Adidas”. De nervios, tampoco andaba manco el pimpollo y tenía más sudores que la Ovidea en la alcoba de George Clooney.



Sin mas dilación, salimos arreando a esperar la estelar aparición de la novieta. Una vez llegamos al barrio de San Marcelino, asaltan mi cabeza lejanos y variados recuerdos, pues allí vivió durante muchos años, parte de mi familia materna. Nunca deja de llamarme la atención la fuerza con la que, en determinados lugares, se manifiestan los recuerdos de la infancia (divino tesoro) y más adelante si Dios quiere intentaré escribir algo sobre el tema.


Bueno vuelvo a lo mío, que lo mejor esta por llegar.
Estefanía, bella doncella levantina, no nos hace esperar y baja rauda y veloz al encuentro de su amado pequeñín. Esta radiante y rebosa simpatía (santo y seña de su identidad) y alegría. La cara de Enrique era un poema y estaba mas emocionao que Pedro Zerolo en un remolque de pepinos. Que “potito” es el amor, pa lo que hemos quedao los heavys del Villar, ya me veo este año en la peña, bebiendo mojito bajo en calorías del Tonacas y con el ‘singstar’, cantando a coro el ‘Papito’ del mariconeti del Bosé. Dios no lo quiera.




La ceremonia es breve y concisa, dejando el tiempo justito a los herejes de “las 15 cañas mientras dura la misa”, y estuvo en todo momento amenizada por un nutrido coro rociero, que aquí, en el lugar, hubiera hecho las delicias de Don Cesar, un pelín hastiado ya, de los dulces trinos de la Concha “herrera”, la Hermelinda y la Marciana, aunque esta ultima, en sus días de gloria, fuera justamente apodada como “la pequeña ruiseñora”.





Ya sellada la eterna unión y finiquitado el bombardeo a los novios con el producto por antonomasia de la tierra, nos trasladamos para los salones a trapiñar, como buenos alanos alcarreños que somos.




Empieza bien la cosa, pues nuestra ubicación en el salón nupcial, me es propicia para vociferar, como una bestia sin sentimientos, el consabido e indispensable ¡Viva los novioooooooos!.
La feliz parejita no se hace mucho de rogar y hacen la entrada nupcial mas trayera, por lo menos desde que se casó el batería de los Iron Maiden. La caña de España fue ese temazo infernal de los Linkin Park y demostraste Enrique que todavía eres un “maldito osezno hijo de Belcebú”.


De entre las viandas, lo más sabroso, para mi gusto fue el bacalao. Y es que ya lo dijo Rocco Sigfredi, en su famosa película: “Almejas rubias, pililas morenas”: ‘Donde este un buen pescao que se quite la carne’. Gran filosofo el italiano.



Para rebajar un poco la andorga, sacamos la “canasteta” y jugamos un entrañable partido tintorril, amenizado por nuestros queridos Red Hot. Unos momentos para el recuerdo vaya que sí.


Un bailecito, pasodoble español y un cubatita, antes de partir hacia el mismísimo infierno: La asociación andaluza.

Después de dar unas vueltecillas por Valencia, culpa del Gps modelo “la ciudad no es para mí” de Emilio, conseguimos llegar por fin. Allí, despliegue etílico y gastronomico a todo meter, que aquello parecía la comunión del Melendi.
Demostramos por enésima vez que no tenemos sentimientos, mancillando el tablao flamenco a ritmo de AC/DC , donde pude efectuar mi archiconocida “pingoleta mortal con triple tirabuzón”, y en este punto quisiera hacer una aclaración: cacho cabrones, los que no me vayais a coger, iros a echar un cubata por ahí, que os ponéis todos abajo con los brazos abiertos y al final solo me cojen Enrique y Toni. Tened cuidao conmigo, hombres de Dios, que soy un hombre con gafas.
En fin, que para rematar la faena, como buenos matadores, acabamos bailando el chiki-chiki en un garito de cuyo infausto nombre no quiero, ni puedo acordarme.



Poco más que añadir. Agradecer a los novios vuestra sin par hospitalidad, y como dicen las abuelas de lugar: ¿Salió todo bien hermosos?, pues ale, ya estáis casaos.

Salud y felicidad os desea por siempre el Kaiman de la Gancha.